CUENTOS DE REFERENCIA E INSPIRACIÓN
Extractdos de "El libro de las virtudes"
[William J. Bennett]
1.- San Nicolás y los lingotes de oro (586-599)
2.- El sermón de las aves - versión de James Baldwin; (584-585)
3.- Entendemos tan poco (595-596)
En apoyo a la actividad de generar relatos que puedan poner en evidencia valores y principios que orientan la conducta social de las personas en conexión con los designios de Dios, la fuente primaria de la Doctrina Social de la Iglesia. (Conceptos tales como el trabajo, la dignidad humana, la riqueza, la justicia, la paz, el compromiso con el cuidado de la naturaleza, etc).
Los siguientes indicadores pueden ser útiles para orientar en la construcción del relato: Deben estar presentes al menos dos de ellos.
a. Describen las diferentes etapas de la vida humana, señalando los principales aportes de la sociedad que contribuyen a su formación.
b. Elaboran líneas temporales “comentadas” de sus vidas, destacando hechos en los cuales se hace presente el compromiso con los demás.
c. Clasifican hechos significativos en su biografía a favor del respeto y la corresponsabilidad con la sociedad y el medio ambiente.
d. Identifican cualidades personales que contribuyen a potenciar el rol activo en la sociedad, desde el amor cristiano.
1. San Nicolás y los lingotes de oro
“Hace mucho tiempo vivían dos esposos que tenían tanto dinero que no sabían qué hacer con él, y lo que más deseaban era tener un hijo. Le rezaron a Dios muchos años para que les concediera ese anhelo de su corazón, y al fin, cuando llegó el niño, fueron las personas más felices del mundo. Lo llamaron Nicolás.
Pensaban que no había nadie como ese niño, y de hecho era un chiquillo bondadoso y amable, y jamás les causó problemas. Pero mientras todavía era pequeño, una terrible peste azotó la comarca y sus padres murieron dejándolo solo.
Nicolás heredó las grandes riquezas que habían poseído sus padres, y entre ellas tres lingotes de oro. Eran su bien más preciado, y pensaba en ellos más que en sus demás tesoros.
En la ciudad Nicolás vivía un noble que tenía tres hijas. En un tiempo habían sido muy ricos, pero el padre había sufrido graves reveses y ahora eran tan pobres que apenas tenían para vivir. El noble se empeñaba en encontrar trabajo, pero cuando la gente veía sus manos suaves, que jamás había conocido un trabajo duro, pensaban que era un holgazán y lo rechazaban.
Al fin llegó el día en que no tuvieron ni siquiera para comer, y las hijas dijeron al padre.
– Salgamos a mendigar por las calles, o hagamos cualquier cosa para conseguir dinero, así no moriremos de hambre.
– Esta noche no, replicó el padre-, no soporto pensar en ello. Esperad al menos hasta mañana, tal vez suceda algo que nos salve de esta humillación.
Mientras hablaban, Nicolás pasó por allí, y como la ventana estaba abierta oyó todo lo que decían. Parecía terrible que esta familia fuera tan pobre y no tuviese pan, y Nicolás procuró hallar el modo de ayudarla. Sabía que eran muy orgullosos para aceptar dinero, así que tenía que pensar en otra manera.
– Pediré a Dios que me indique cómo- se dijo.
Esa noche, antes de acostarse, Nicolás rezó con todo fervor y pidió a Dios que lo guiara. De pronto recordó los tres lingotes de oro, y de inmediato tuvo una idea. Se levantó, tomó un lingote y partió sin demora hacia la casa del noble.
Tal como esperaba, Nicolás descubrió que esa ventana todavía estaba abierta y poniéndose de puntillas logró llegar a ella. Alzó el lingote de oro, lo metió adentro y se alejó de inmediato para evitar que lo vieran.
Dentro de la casa, el pobre padre se devanaba los sesos mientras sus hijas dormían. Se preguntaba si quedaba alguna esperanza, y rezaba fervientemente para que el cielo le enviara ayuda.
– Mañana llamaré a todas las puertas de la ciudad hasta encontrar trabajo -se dijo-, Dios nos ayudará en estos tiempos difíciles.
De pronto algo cayó a sus pies. El noble miró al suelo, y para su asombro y alegría descubrió un lingote oro puro.
– Hija mía- exclamó, mostrando a su hija mayor el reluciente oro. Dios ha escuchado nuestras plegarias y nos ha enviado esto del cielo. Ahora tendremos para comer y además nos sobrará algo. Llama a tus hermanos, y yo iré a cambiar este tesoro.
Pronto vendió el precioso lingote a un banco y obtuvo mucho dinero. La familia pudo vivir confortablemente con todo lo que necesitaba. Y no sólo tenía lo suficiente para vivir, sino que sobraba tanto que el padre dio a su hija mayor una enorme dote, y muy pronto ella se casó felizmente.
Cuando Nicolás vio cuánta felicidad había causado con su lingote al pobre noble, decidió que la segunda hija también debía tener una dote. Así que hizo igual que antes y arrojó el segundo lingote. Esta vez el padre disfrutaba de felices sueños, y no encontró el tesoro hasta que despertó a la mañana siguiente. Pronto la segunda hija también tuvo su dote y se casó.
Ahora bien, al padre le parecía insólito que no sólo uno sino dos lingotes de oro cayeran del cielo, y se preguntó si no habrían intervenido manos humanas. Cuanto más pensaba en ello, más misterioso le parecía y decidió vigilar todas las noches, por si le enviaban otro lingote como dote para su tercera hija.
Cuando Nicolás fue la tercera vez a dejar el último lingote, el padre salió al instante, y no le dio tiempo de escapar.
Oh! Nicolás -exclamó- ¿Eres tú quien nos ha ayudado en nuestra hora de necesidad? ¿por qué te escondías?
Y entonces cayó de rodillas y besó las manos que o habían ayudado con tanta generosidad. Pero nicolás le pidió que se pusiera de oie y que en cambio se lo agradeciera a Dios, y le rogó que no contara a nadie la historia de los lingotes.
2. El Sermón de las aves
San Francisco nació a fines del siglo XII en Asís, Italia. Fundó la orden franciscana de la Iglesia Católica romana y todavía es admirado por la sencilla vida de pobreza, su amor por la paz y su respeto por todas las criaturas vivientes. He aquí un par de anécdotas más célebres sobre él.
Bondadoso y amable era san Francisco no solo con los hombres sino con todas las criaturas vivientes. Hablaba de los pájaros como si fueran sus hermanos del aire, y no soportaba que les hicieran daño.
En Navidad desparramaba migajas bajo los árboles, de modo que las criaturillas pudieran alimentarse y ser felices.
Una vez, cuando un niño le dio un par de palomas que había cazado con una trampa, San Francisco les hizo preparar un nido, y la hembra depositó ahí sus huevos.
Con el tiempo, empolló los huevos y creció una nueva nidada de pequeñas palomas. Eran tan dóciles que se posaban en los hombros de San Francisco y comían de su mano.
Y cuentan muchas otras anécdotas sobre el gran amor y piedad de este hombre hacia las tímidas criaturas que vivían en los campos y los bosques.
Un día, mientras caminaba entre los arboles las aves lo vieron y volaron a saludarlo. Cantaron sus canciones más dulces para demostrarle cuánto lo amaban. Ento0nces cuando vieron que iba a hablar, se posaron en la hierba y escucharon.
-¡Oh, pájaros, dijo él -, os amo, pues sois mis hermanos del aire. Os diré algo, hermanos. Siempre debéis amar a Dios y alabarlo.
"Pensad en lo que él os ha dado. Os ha dado alas para surcar el aire. Os ha dado una indumentaria cálida y bella. Os ha dado el aire para que lo recorráis y tengáis hogares.
"Y pensad en esto, oh hermanos: no sembráis ni cosecháis, pues Dios os alimenta. Os da ríos y arroyos para beber. Os da montañas y valles para que descanséis. Os da árboles donde construir vuestros nidos.
"No trabajáis ni hiláis, pero Dios cuida de vosotros y vuestros pequeños. debe ser pues, que El os ama. No seáis ingratos y cantad en su alabanza y agradecedle su bondad.
El santo dejó de hablar y miró en torno. Todos los pájaros brincaron alegremente. extendieron las alas y abrieron el pico para demostrar que entendían sus palabras.
Y cuando él los bendijo todos se pusieron a cantar, y el bosque entero se llenó de dulzura y alegría, gracias a sus maravillosas melodías.
3. Entendemos tan poco
Nuestra comprensión de la creación de Dios es imperfecta, así que nuestra fe debe llenar esa laguna, como nos recuerda este cuento judío tradicional.
Éranse una vez dos hermanos que habían vivido siempre en la ciudad y nunca habían visto un campo ni una pastura. Un día decidieron hacer una excursión por la campiña. Mientras caminaban vieron a un granjero que araba, y quedaron desconcertados.
- ¿Qué clase de conducta es ésa? - se preguntaron - Ese sujeto va de aquí para allá todo el día, abriendo grandes surcos en la tierra. ¿Por qué alguien destruiría un prado tan bonito?
Más tarde pasaron por el mismo lugar, y vieron que el granjero arrojaba granos de trigo en los surcos. .
- ¿Pero qué está haciendo? se preguntaron - debe estar loco de remate. ¡Toma trigo de excelente calidad y lo tira en esas zanjas!
- El campo no es sitio para mí, dijo uno de los hermanos -, aquí la gente actúa en forma insensata. Me iré a casa.
Y regresó a la ciudad.
Pero el segundo hermano se quedó en el campo, y unas semanas después vio un cambio maravilloso. Brotes verdes y lozanos cubrían el campo con una exuberancia que él nunca había imaginado. Se apresuró a escribirle a su hermano para que regresara a ver el milagro.
Su hermano regresó de la ciudad y también él se asombró del cambio. Con el transcurso de los días vieron que la tierra se convertía en un dorado trigal. Y ahora comprendían el motivo de la labor del granjero.
Cuando el trigo maduró, el granjero vino con su guadaña y se puso a segar. El hermano que había regresado de la ciudad no entendía nada.
- ¿Pero qué hace ese imbécil? - exclamó -, Trabajó todo el verano para cultivar ese bello trigo, y ahora lo destruye con sus propias manos. ¡Lo dicho, está loco de remate! Estoy harto. Me vuelvo a la ciudad.
Pero su hermano tuvo más paciencia. Se quedó en el campo y vio cómo el granjero juntaba el trigo y lo llevaba al granero. Vio con cuanto cuidado separaba la barcia y almacenaba el resto. Y quedó estupefacto al comprender que el granjero, sembrando un saco de semilla había cosechado un campo entero de grano. Sólo entonces comprendió que el granjero tenía un motivo para todo lo que hacía.
- Y así es como obra Dios - dijo - Los mortales sólo vemos un boceto de su plan. No podemos comprender todo el propósito y finalidad de su creación. Así que debemos tener fe en su sabiduría.