lunes, 22 de febrero de 2021

PROFUNDIZANDO EN EL ESPÍRITU DE LAS BIENAVENTURANZAS

Ante la pregunta por quiénes somos y qué hacemos y cómo nos sostenemos en la vida podemos quedar paralizados y con cierta ansiedad.  A veces, el dolor, la pena, nos obligan a reaccionar y revisar si en la vida estamos haciendo lo correcto o estamos perdiendo el tiempo,  ¿Es que para meditar necesitamos una pérdida importante o un “duelo”?  En realidad no, pero el hábito de cultivar la contemplación, buscar el sentido de las cosas requieres el que hayamos descubierto nuestra dimensión espiritual. Si toda nuestra vida gira en torno a metas egoístas, competitivas, y lucrativas, nuestra mente se enfoca en la existencia material.

La dimensión espiritual es algo propio de la existencia humana y se manifiesta en el descubrimiento y práctica de la contemplación, en la búsqueda del sentido de la vida y en la interioridad. Si el hombre puede responder a Dios con la fe, es porque tiene en su ser esta “dimensión”. En efecto siendo creados a su imagen y semejanza, Dios sopló (soplar significa comunicar su espíritu) sobre el barro y así hizo al hombre. Gen 2, 7.



Por lo tanto, todo ser humano, aunque no tenga fe puede tener espíritu y cultivar esa vida espiritual. Un poco más allá, muchos hombres y mujeres de todos los tiempos han sentido y vivido buscando sentido de la vida y así se encontraron en experiencias religiosas y místicas. La Iglesia afirma que las semillas del verbo o palabra de Dios están dispersas en incontables ambientes humanos, esto es en los hombres de buena voluntad.

 

Nos haremos estas dos preguntas para profundizar antes de pasar al planteamiento del taller:

 

¿Qué aporte cultural proporcionan las tradiciones religiosas a la sociedad?

R:

 

 

¿Qué valores son claves para poder entender y vivir la dimensión religiosa de las personas? 

R:

 

 

En síntesis. Si nos enfocamos en la novedad del evangelio, podemos ver claramente que hay dos aspectos, la fe que se confiere a la palabra o mensaje recibido, y “el camino” en esa confianza. En ambos opera una “toma de razón” que responde a esta pregunta, ¿por qué me decido a seguir en esta fe?  ¿Cómo se responde a esto?

Un primer elemento es la base espiritual que busca “el sentido de la vida” y la inquietud porque hay muchas cosas atractivas que ofrecen “la felicidad” pero que a la larga generan insatisfacción y soledad. Desde esta base viene el encuentro con la Palabra, que genera la “conversión”.  Si bien es un momento intenso y profundo, esta se expresa en el tiempo, a través de un camino que implica retrocesos y caídas, un proceso de purificación.  Pero hay algo irrenunciable; mirar el presente y guardar la historia, a través del testimonio de vida en una relación fraterna, donde el servicio y el amor al prójimo que enseñó Jesús es lo esencial. Si eso falta, entonces se pierde el sentido de la experiencia religiosa.

 



 Actividad:

1. Averiguar el testimonio de vida de personas que ustedes consideren tengan la dimensión espiritual activa.  (construyan un cuestionario).

2.  2.  Averiguar y resumir en una breve síntesis el testimonio biográfico de algún santo o santa de la Iglesia – cómo conoció a Cristo, se convierte a él, y dedica su vida a seguirlo en obras de caridad y servicio al prójimo.  [santos y vidas ejemplares]

3.  3. Relacionar en ambos casos (1) y (2) con los valores evangélicos de las bienaventuranzas. [Paz, Misericordia; Pureza de corazón, Mansedumbre, capacidad de sufrir por amor al evangelio, hambre y sed de justicia, etc.]

 En conclusión: Escoger entre (4) y (5)

4.   4. A partir de lo aprendido elaborar un texto de bienaventuranzas adaptado a los problemas que hoy estamos viviendo.

5.   5. Explicar diversas formas de “hambre y sed de justicia que hoy vivimos en nuestra sociedad.


 


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